Mientras entro
en el ascensor para ir a verla, me quedo mirando fijamente a la silueta que se
refleja en el espejo. Pulso con desinterés el botón del tercer piso sin mirar
tan siquiera al teclado, solo me quedo absorto en mi reflejo.
Es curioso cómo la luz afecta al reflejo; en casa solamente hay un espejo en el que me gusto cuando me miro, será por la ubicación de la fuente luminosa.
Una vez, en un probador, cuando me probé una camisa, me sentía el tipo más sexy jamás parido. Unos días después, cuando me la puse, no era aquel de la tienda. Mucho menos sexy, mucho menos guapo, mucho menos.
Es curioso cómo la luz afecta al reflejo; en casa solamente hay un espejo en el que me gusto cuando me miro, será por la ubicación de la fuente luminosa.
Una vez, en un probador, cuando me probé una camisa, me sentía el tipo más sexy jamás parido. Unos días después, cuando me la puse, no era aquel de la tienda. Mucho menos sexy, mucho menos guapo, mucho menos.
Primer piso,
eso dice el display. Los ojos me brillan de forma especial.
Quiero esta luz para mi casa.
Quiero esta luz para mi casa.
Cuando me la
topé por primera vez éramos amigos. El tiempo se ocupó de alterarlo todo y
complicarme la vida. A mí y a ella. Una copa, un cigarrillo, una charla
profunda sobre temas profundos… zas! El amor llama a tu puerta. O algo
parecido. A esos primeros encuentros siguieron otros con más intensidad.
Segundo piso.
Tengo tres canas. No, muchas canas, más de las que debería. Pero estas tres,
justo encima de la frente… me las quito, tengo tiempo de atraparlas y
eliminarlas antes de llegar.
Entonces no
tenía canas. Me las habrá provocado ella? Su supuesto amor, su supuesto deseo? Lo
cierto es que poco a poco todo ha ido cambiando, volviéndose más monocolor. De
mil colores hemos pasado a una farragosa escala de grises propia de la mejor
impresora láser. El caso es que sigo yendo hacia ella, preso de esta inercia.
Seré estúpido?
Las tengo, me
falta una. Ya parezco joven, mentirosamente joven; quitarme tres canas no borra
los años. No borra lo ocurrido en este tiempo, bueno y malo. Con ella.
Tercer piso.
El display y los segundos transcurridos no engañan, una ligera sacudida y se
detiene. He llegado.
El ascensor se
ha parado, la puerta se ha abierto, y yo sigo mirándome al espejo, mirando mi
reflejo que en algo es diferente del que empezó el trayecto. Como mínimo con
tres canas menos. Pero algo más he perdido en este pequeño viaje. No me quiero
bajar. No quiero seguir con esto. No quiero hacerme más daño.
Ante la
ausencia de paso por la puerta, ésta se cierra sin que nadie pase, así que hace
su trabajo eficientemente. Alejo mi vista por un momento de mi silueta para
volver a marcar en la botonera.
Piso bajo.